1
No es porque el tiempo pase y las arrugas afloren en mi piel; no me estoy volviendo mas morboso, solo seguía la dirección del viento al vestido que asediaba sin pudor. La cintura se mecía como si no lo notase. Fue ese instante lleno de vida donde la fugacidad de sus ojos fueron una pregunta sin sentido. Nada. Sueños de tela ceñida. Nada. El cigarro humeando en mis dedos y su rostro que desaparece doblando la esquina del café. Solo me queda el viento que juega con el mantel.
2
Ella estaba allí. Estructuras de adobe a sus espaldas. Su rostro quieto y el mirar seguro al vacío. Las caderas inmóviles abrían paso al blanco vestido que por ellas bajaba, presa del instante. Y el camión, que nunca se detiene, me lleva a forzar la vista y, después, olvidarla, calle abajo, para siempre.
3
Alguna vez he querido capturar los instantes. Llevar una cámara en la memoria que atrape el bailoteo constante de la ciudad; mis ojos la entrevieron, pasos seguros caderas jugando, y noté el blanco que se diluía, como un fantasma, nunca preso por mi mirada. Fue un flachazo de vida donde dos personas han dejado de soñar.